Modificar los
itinerarios preestablecidos de mis viajes siempre ha entrado dentro de mis planes cuando
viajo. Y esta vez ha sucedido en los lagos Anggi, en las montañas
Arfak. Lo que iba a ser varios días de caminata entre sus montañas ha
deparado casi toda una semana disfrutando del hermosísimo entorno del Lago
Anggi Giji. El objetivo era llegar
hasta el kampung (poblado) Sururei para quedarme unos días
recorriendo sus montañas y visitar otros poblados del interior, luego
caminar hacia Kampung Kobrei, Kampung Irai, remontar la montaña que lo
separa del siguiente lago (Danau Gita) y quedarme también varios días recorriendo
sus alrededores, para luego bajar a pie hasta Ransiki -todo un
día de marcha- y coger el Minibus de vuelta a Manokwari.
Dos días antes del
pateo me reuní con Mathias, un guía local que me recomendaron en el hostal Wisma
Jati, donde me estoy alojando. Este guía parece que se ha acostumbrado a lo
fácil y rápido y prefirió no ser mi guía, disculpándose que la noche anterior
había cogido algo de frío, pues parece ser que el pateo que yo quería realizar
era algo fatigoso para él por lo que me recomendó a Jaffet, un
coleguilla suyo, nacido en la isla Biak. Me lo presentó como un
experimentado guía, y que posiblemente estaría dispuesto a caminar lo que fuese
para poder ganar algo de dinero. Está casado, tiene tres hijos y el vive ahora
en Abasi, una aldea costera a varios kilómetros de Manokwari.
Llegamos a un acuerdo económico por la duración del viaje, los días que estaríamos
moviéndonos y lo que tendríamos que comprar en el supermercado para nuestra
comida diaria durante el recorrido. Quedamos en dirigirnos a la Terminal de Minibuses de Wosi en Ojek (Mototaxi) para trasladarnos en Minibus a Ransiki, que se encuentra a 35Kms. de la ciudad, ya que es un buen punto de arranque hacia las montañas Arfak, y desde allí subir en Ojek hasta los lagos, porque es el medio de transporte más barato.
En la mañana del
lunes, a las 7:30, Jaffet y yo subimos cada uno en un Ojek y nos
dirigimos hacia la Terminal que se encuentra en el otro extremo de la
ciudad para coger el Minibus.
Dos horas y media por una carretera en bastante buen estado nos iba deparando hermosos paisajes, tanto costeros como de interior. Las pequeñas bahías va formando playas de arena blanca coralina donde llega la espesa vegetación. Algunos tramos de carretera han sido sepultados por corrimientos del terreno haciendo el paso algo peligroso sobre todo cerca de barranqueras de empinadísima altura. Pasamos pequeños poblados donde se iban quedando algunos pasajeros hasta que llegamos a la entrada de Ransiki, donde el Minibus se detuvo por sobrecalentamiento. Ya me estaba extrañando que no sucediera mucho antes. Y es que en todos mis viajes, casi la mitad de las veces los medios de transporte que he ido cogiendo se han accidentado de alguna u otra manera. Por fortuna tan sólo estábamos a varios cientos de metros del mercado, donde se encuentran estacionados los Ojek que transportan a la gente a cualquier punto de este pueblo. Y también, con un poco de suerte, hacia los poblados de las montañas. A no ser que se quiera llegar a pie a través de los diversos senderos que discurren entre poblado y poblado, pero se demoraría la llegada varios días, pues son cerca de 30kms. nada sencillo de caminar en ciertos tramos. También hay rancheras 4x4 que hacen el mismo recorrido, pero suelen salir a primera hora de la mañana.
Dos horas y media por una carretera en bastante buen estado nos iba deparando hermosos paisajes, tanto costeros como de interior. Las pequeñas bahías va formando playas de arena blanca coralina donde llega la espesa vegetación. Algunos tramos de carretera han sido sepultados por corrimientos del terreno haciendo el paso algo peligroso sobre todo cerca de barranqueras de empinadísima altura. Pasamos pequeños poblados donde se iban quedando algunos pasajeros hasta que llegamos a la entrada de Ransiki, donde el Minibus se detuvo por sobrecalentamiento. Ya me estaba extrañando que no sucediera mucho antes. Y es que en todos mis viajes, casi la mitad de las veces los medios de transporte que he ido cogiendo se han accidentado de alguna u otra manera. Por fortuna tan sólo estábamos a varios cientos de metros del mercado, donde se encuentran estacionados los Ojek que transportan a la gente a cualquier punto de este pueblo. Y también, con un poco de suerte, hacia los poblados de las montañas. A no ser que se quiera llegar a pie a través de los diversos senderos que discurren entre poblado y poblado, pero se demoraría la llegada varios días, pues son cerca de 30kms. nada sencillo de caminar en ciertos tramos. También hay rancheras 4x4 que hacen el mismo recorrido, pero suelen salir a primera hora de la mañana.
Tras almorzar nos
dimos una vuelta por el mercado buscando algún sastre que me pudiera coser un
botón del bolsillo trasero del pantalón que me había saltado al engancharse en
una de las chapas del minibus. El lugar que me correspondió era tremendamente
estrecho ya que estaba encajonado entre el asiento y varias chapas de madera
que había introducido un pasajero para arreglar su vivienda. Y es que los Minibuses aquí son auténticos "minis".
Observando a los nativos que estaban por el mercado se constataba fácilmente la diversidad
étnica de la gente de esta parte de Papua. La mayoría son Arfaks,
otros de la isla Biak o de alguna parte de Indonesia. Se notaba
que no era día de mercado ya que había muy poca gente exponiendo sus escasas
mercancías: pequeños ramilletes de cebollas rojas enanas, diversos tubérculos
como taro de pequeño tamaño -lo accidentado del terreno y la necesidad de sacar
algún dinerillo de las huertas locales hace que no lleguen a alcanzar gran
tamaño-, batatas dulces, papas; verduras también pequeñas como zanahorias,
lechugas chinas, setas; o artículos de plástico barato chino que tanto daño
está haciendo a los productos locales. Aunque, por otro lado, lo económico que
resultan hace que hasta el más pobre del lugar pueda comprarlo.
De vuelta a la
zona de aparcamiento de ojeks comenzamos la lucha por el precio del viaje. Esto
nos llevó a demorarnos varias horas ya que esta gente ha puesto precio al
turista. Lo que hasta hace poco costaba 150.000Rp. hasta el lago Anggi Gita,
ahora es 300.000Rp.. Al final conseguimos bajarlo hasta 250.000Rp. pero
nos surgió el imprevisto de que sólo había disponible una moto, y nosotros
éramos dos. Parece ser que otras estaban ya por las montañas. Y es que no todas
pueden hacer ese trayecto pues la carretera es muy accidentada y muy empinada
en algunos tramos.
Aunque casi a las
4 de la tarde apareció la segunda, pero el conductor no quería subir a esas
horas porque se le haría de noche la vuelta y son casi 40kms. de carretera muy
complicada. No tuvimos otra elección que quedarnos a pasar la noche en Ransiki,
en un viejo hostal -100.000 Rp. los dos-, cerca del mercado.
Ransiki es
de esos pueblos de Papua que con el paso del tiempo
rápidamente ha tenido una desproporcionada llegada de indonesios de otras islas -debido a
las adjudicaciones de viviendas por parte del gobierno para traer más indonesios-, restando así el enorme sentido de independencia que tanto perjudica los intereses creados en la zona. Comentan que por aquí hay varias minas
de oro e incluso se extrae petróleo.
Sus calles están
llenas de pequeños restaurantes caseros, esto es, en el porche de la vivienda
han montado varias mesas con sillas para servir diversas comidas. La
gastronomía indonesia es exquisita, con innumerables platos todos ellos
deliciosos: Arroz blanco, fideos, verduras y unas bolitas de pescado (Bakso),
Arroz frito con verdura y carne o pescado, Verduras sancochadas y aderezada
con salsa picante de cacahuete (Gado Gado)…
A la mañana
siguiente nos dirigimos hacia el mercado buscando un sitio donde hacer un
desayuno ligero pues habíamos quedado la tarde anterior con los Ojeks a las
7:00 y era las 6:30, por lo tanto disponíamos de tiempo suficiente. Sin
embargo, a mitad de camino nos los encontramos. Vaya exceso de puntualidad.
Algo raro en Asia, Africa, mis amigos....
Mientras
desayunábamos, arroz blanco y algo de verdura, los conductores amarraban
nuestras mochilas en las motos. El trayecto iba a ser algo duro y era
importante no llevar peso a nuestras espaldas. La primera parada sería en la
gasolinera para repostar y llenar una pequeña garrafa para una vuelta segura de
sus conductores. Y comenzamos lo que sería la primera ruta de montaña de vi
viaje. En principio la carretera es asfaltada hasta la falda del primer rango
de montañas. A partir de ahí pasa a ser de tierra y luego de piedra. A veces
fácil y otras más complicada para las motos.
Ya había consumido
el primer día de "contrato" con Jaffet, y sólo nos quedaba
perfilar el recorrido que haríamos por los alrededores de los lagos. Casi tres
horas y media estuvimos dando tumbos, parando en varias ocasiones para que las
motos bajaran la temperatura. Entiendo que el precio que demandan sean tan
alto. Es muy fácil que puedan pinchar o a lo peor caer en cualquier parte del
recorrido. De suerte que no rompimos.
La carretera se
adentraba entre espesa vegetación, enormes árboles centenarios y los olores a
fresca naturaleza agudizaba los sentidos. Es una lástima ver esta destrucción
forestal para hacer más fácil la circulación de vehículos a través de las
montañas Arfak, lo que a la vez facilita una más amplia deforestación
interior. Cuanto más avanzábamos el frío se iba haciendo notar. Estábamos
alcanzando casi los 2.500mt. de altitud. Gracias a que el sol aparecía de vez en
cuando entre las nubes, el frío no se notaba tanto. Al menos para mí.
El primer lago que
alcanzamos fue Anggi Gita -en idioma Soughb- (el lago mujer),
que es de un color azulado casi turquesa. Es el más bonito y algo más pequeño
que su gemelo, el lago Anggi Giji (lago hombre), que es algo más oscuro.
Las vistas desde las alturas son espléndidas, y cuando se alcanza su más alto nivel,
el conjunto de viviendas, algunas tradicionales (Tuso'b, en
bahasa Soughb) y otras pocas de cemento, encantadoras. Continuamos
remontando las montañas y en poco tiempo alcanzamos el segundo lago. Igualmente
desde las alturas tanto el lago como los diversos grupos de pequeños poblados
realzaban la encantadora visión de todo el entorno. Nos detuvimos en Kampung
Kobrei, destino final del trayecto y punto de arranque para nuestra
caminata por esta parte de los montes Arfak.
Este pequeño
poblado de 13 viviendas, muchas tradicionales -paredes de cortezas de árbol
reforzadas por aproximadamente veinte finos troncos a cada cara de la casa, que
llegan hasta el suelo hacen que la vivienda esté elevada algo más de un metro
(por eso se les llama las casas de los mil pies), la base del suelo también de
maderos está anclada a unos doce troncos más gordos que sirve de apoyo a toda
la estructura, y el techo ya ha dejado de ser de rafia pues las chapas
onduladas de metal lo ha sustituido principalmente por ser económica, fácil de
instalar y no ha de cambiarse con la frecuencia que se hace con la de fibras
natural (cada 3 o 4 años)-. No tienen ventanas, debido a que antiguamente constituían
un peligro cuando eran atacados por otros poblados. Unas luchas casi constantes
debido a cualquier desavenencia entre algún poblador con su vecino -robo de
cochinos, disconformidad de un padre por la boda de su hija, secuestros, alguna
violación, muerte por alguna pelea.... En aquella época las casas se construían sobre los árboles o a
media montaña como medida de seguridad y control de posibles ataques. Y llama
mucho la atención que siendo tan amables como son, antaño fueran tan
extremadamente violentos. Pero fue precisamente la iglesia quien medió entre
tanta barbarie, convirtiendo a los habitantes en tranquilos y pacíficos
vecinos. Ahora todos se llevan de maravilla, no importando sin son adventistas, cristianos, católicos, pentecostés, evangélicos, asociados a la Biblia, testigos de Jehová, Iglesia del Bethel...
Al llegar lo
primero que hicimos fue intentar localizar al Kepala Desa (jefe del
poblado) para avisar de nuestra llegada y diera su permiso -que siempre lo dan-
para pernoctar en alguna vivienda. Pero no estaba. Había bajado a Manokwari hacía
varios días por cuestión de trabajo. Así que uno de los paisanos nos ofreció su
casa (50.000Rp) para que pasáramos la noche. El se iría a la otra
casa familiar que se encuentra al lado. Dejamos las mochilas, almorzamos unos
fideos con agua caliente que nos ofrecieron y nos tumbamos para descansar del
ajetreado viaje. Yo me acosté en la habitación y Jaffet prefirió hacerlo
junto al lago, bajo una sombrilla de rafia. Comenzaba a chispear y el frío se iba notando cada vez más.
Por la tarde, observando el entorno me percato que hacer la primera parada en Kobrei no había sido una buena idea, pues el recorrido planeado no encajaba. Quería hacer "una Kora", es decir, rodear según el sentido de las agujas del reloj el contorno del lago hasta Sururei, el segundo destino, pero desde allí hasta el siguiente poblado la caminata no se podía llevar a cabo porque las montañas son muy altas y el camino de muy difícil acceso. Debíamos regresar nuevamente a Kobrei, a "contrarreloj", y continuar hasta el siguiente kampung por el otro lado del lago. Nunca me ha gustado volver atrás en un recorrido que ya he realizado pues me parece una absurda pérdida de tiempo y esfuerzo. Pero la cosa ya estaba hecha y lo único que se me ocurrió fue intentar conseguir que alguien nos cruzara en canoa y así evitar caminar más de lo debido. De cualquier modo, el entorno es inmejorable y el silencio absoluto.
Por la tarde, observando el entorno me percato que hacer la primera parada en Kobrei no había sido una buena idea, pues el recorrido planeado no encajaba. Quería hacer "una Kora", es decir, rodear según el sentido de las agujas del reloj el contorno del lago hasta Sururei, el segundo destino, pero desde allí hasta el siguiente poblado la caminata no se podía llevar a cabo porque las montañas son muy altas y el camino de muy difícil acceso. Debíamos regresar nuevamente a Kobrei, a "contrarreloj", y continuar hasta el siguiente kampung por el otro lado del lago. Nunca me ha gustado volver atrás en un recorrido que ya he realizado pues me parece una absurda pérdida de tiempo y esfuerzo. Pero la cosa ya estaba hecha y lo único que se me ocurrió fue intentar conseguir que alguien nos cruzara en canoa y así evitar caminar más de lo debido. De cualquier modo, el entorno es inmejorable y el silencio absoluto.
La primera
incursión la hicimos a Kopo (kowo en idioma sougb), el siguiente
poblado, a varios kilómetros. El paseo alrededor del lago es al menos
encantador, inmerso en plena naturaleza donde lo único que se oye son pájaros, alguna que otra voz de niños y el frescor de las montañas. Se observa algunos nativos cultivando sus pequeñas granjas, otros
pescando en canoas, unas pocas aves sobrevolando nuestras cabezas....
Varios vecinos nos acompañan en el paseo, explicándonos como es su vida en el
lago, y los niños no paraban de reír. No es corriente ver a un blanco paseando por ahí tan
interesado haciendo multitud de preguntas. Ese soy yo.
Se trata de un poblado algo más tradicional con un dique de madera para embarcaciones y casas algo separadas por las parcelas donde cultivan. El sendero cruza el pueblo dividiéndolo en dos lados, siendo las más cercanas al lago las
más tradicionales. Se entra pasando bajo una marquesina de maderos con una enorme
cruz pintada en rojo que da la bienvenida. Me recuerda mucho a las entradas de los poblados
animistas, y que sitúan otra entrada al lado más pequeña para que lo atraviesen los
espíritus buenos. Quizás sea la versión cristiana paralela, y así no acabar
radicalmente con las costumbres de aquellos pobladores. Cuando lo consulté no me supieron responder. Su iglesia que
corresponde a la Sociedad
Bíblica,
se encuentra sobre un montículo, dominando el paisaje. Se trata de otro
grupo religioso católico orientado hacia las misiones en el mundo, que
les encanta distribuir tomos de la biblia traducidas a su dialecto local y que ha conseguido tantos seguidores
como las otras. Todos están muy contentos de pertenecer a sus agrupaciones religiosas
y haber abandonado sus dañinos ritos del pasado.
Pasamos el resto de la tarde
charlando con cantidad de vecinos que nos rodeaban gracias a Jaffet que
me ha servido de traductor simultáneo. Al hacer algo más de frío es común
encender pequeños fuegos para reunirse en grupos alrededor de él y hacer más pasable la llegada
de la noche. Las conversaciones han estado siempre basadas en mi presentación y todo lo relacionado sobre mi procedencia.
De regreso a Kobrei
se nos hizo de noche. El frío fue pasable para mí pero Jaffet se ha tenido que abrigar como ha podido pues no está acostumbrado. Y eso que me contó que
estuvo varios meses viviendo en Wamena -este de Papua Indonesia-
mientras trabajaba en la construcción de algún puente sobre ríos. Allí si hace
frío de verdad. Al hacer la cena,
éste preparó un esperpéntico plato de sopa de fideos (Mi) mezclado con
una lata de sardinas en tomate. Aquí me di cuenta que de cocinero tenía lo que
yo de "toreador de jirafas" y que el precio que Mathias me había dicho que pagara a Jaffet por cocinar para mi había sido una tomadura de
pelo. Y como guía también me empezaba a mosquear su extraño quehacer. Es decir,
nada. No se le veía fluidas ideas preparando alternativas. He sido yo el que
continuamente hacía preguntas en todas las ocasiones y daba las ideas. Por ejemplo, fui yo quien le indicó la visita
al kampung ya que para las horas que quedaba de sol y al no ofrecerme
ninguna alternativa de pateo por los alrededores opté por esa posibilidad. De
hecho, era la primera vez que subía a los lagos. Otro problema más añadido.
¿Cómo coño vamos a introducirnos en los bosques locales si este tipo no conoce
los caminos? Lo único que nos ayudaría sería que habla un poco el idioma local
y casi todos el indonesio.
Ya de noche, el
vecino encendió delante de nuestra casa un pequeño fuego para reunirnos sentados en el suelo alrededor de él. Hablamos de la forma de vida de sus paisanos y de paso me serviría para practicar el bahasa indonesia y así irme adecuando
al idioma que tendré que usar durante mi viaje por Papua Indonesia.
La historia conocida de estos lagos se remonta al momento de la llegada de los primeros pobladores a la orilla del Lago Giji. El grupo étnico Sougb, que vivía en aquel tiempo en el interior de los montes Arfak se acercaron sin saberlo hasta su orilla. Había tantos enormes árboles rodeando sus aguas que desde las alturas al principio era imposible divisarlo. Así que en esa migración les pareció adecuado instalarse definitivamente. Para construir sus casas era necesario cortar árboles, y que mejor que aquellos que les privaba la visión de tan hermoso escenario y también serviría para controlar la llegada de otros pobladores "guerreros". Sus leyendas están cargadas de fieros ataques entre aldeas, defenderse de invasores y de ajustes de cuentas. Más tarde, en otras incursiones, descubrirían el Lago Anggi Gita, algo más pequeño y a la vez mas bello por su azulado color, por lo que le pusieron el nombre "Lago Mujer", y al primero "Lago Hombre".
En la actualidad hay instalados 12 kampung que viven principalmente de lo que cultivan en sus terrenos de la montaña o en los jardines de sus casas: Batatas, Papas, Cebollas, Apio, Zanahorias, Pepinos, Ajos, lechugas.... El excedente es transportado hasta los mercados de Ransiki o Manokwari para ser vendido y poder comprar otros artículos de primera necesidad.
Al final de la noche nos confirmaron que tendríamos una canoa para el transporte por el lago a primera hora de la mañana siguiente hasta Sururei. Me
pareció una buena idea atravesarlo temprano aprovechando que la neblina cubre
parte de él haciéndolo más bucólico.