7/11/12

ReMontando hacia los Lagos (Parte II)

A las siete de la mañana una pequeña canoa se acercaba lentamente hacia nuestra orilla. Era la que nos iba a cruzar al otro lado del lago. Hacía un poco de frío y amenazaba lluvia. Las nubes estaban más bajas que el día anterior y cubrían la mitad alta de los montes. Tras desayunar nuevamente fideos y tomar unos tes ya estábamos preparados con las mochilas bien cerradas para nuestra próxima aventura: subirnos a la estrecha canoa sin resbalar y caer al agua. No ocurrió nada. 
Mientras avanzábamos lentamente a ritmo de dos paleos, los del nativo y Jaffet, las vistas de 360° llegaban a impresionar: al fondo las montañas cubiertas por un mar de nubes que avanzaban con la fuerza de la brisa y bajo ellas un pequeño poblado de casitas de madera.
Al llegar a la orilla de Sururei comenzó a chispear. Subimos por el derruido pantalán y nos dirigimos primeramente a localizar al Kepala Desa para realizar las presentaciones oportunas. Y nuevamente nos dicen que éste también se encuentra enManokwari. Vaya casualidad.
Andábamos buscando donde alojarnos cuando el agua que caía llegó a calarnos lo suficiente como para que se nos mojara las mochilas y los sacos de dormir. Tras observar ambos extremos del poblado, decidimos alojarnos lejos de las dos iglesias -de la Sociedad Bíblica- pues están realizando arreglos de su entorno martilleando continuamente. Un sonido que no me apetecía nada oír, ya que una de las razones de venir aquí es también por su tranquilidad.
Nos ofrecieron la casa que utiliza el doctor del pueblo, que está vacía, por 40.000Rp. la noche hasta que vuelva nuevamente a desarrollar su trabajo. Disponemos de electricidad por panel solar, toda el agua que queramos pues viene directamente de la montaña, y todos los utensilios de cocina. Varias habitaciones con colchones en el suelo completa las fabulosas comodidades. Hubiera preferido una tradicional, pero era lo que había en ese momento.
Sururei fue el primer poblado que se formó a orillas del lago Anggi. Aún quedan bastantes casas tradicionales pero los tejados de rafia ya han sido sustituidos por las chapas corrugadas. Aquí aterrizó en hidroavión el primer misionero en pisar las montañas Arfak el 5 de noviembre de 1955, Mr. Lenov y su mujer Bárbara, ambos alemanes y luego el americano Mr. Henry Bock.
Tras pasar algunos años aprendiendo Sougb consiguió en muy poco tiempo evangelizar a sus habitantes. Estos le deben la paz con la que ahora viven. Hoy día 12 poblados se asientan alrededor de los lagos, hablan tres dialectos: elArfak, el Meyah y el Hatam.
Cuentan que una vez instalados en el lago los habitantes de las montañas Arfak, debido a la cantidad de enormes árboles que dominaban las montañas, comenzaron a talarlos ante la necesidad de más madera para hacer las enormes casas en las que vivían y conseguir también leña para calentarse y para cocinar. El hecho es que ahora está toda la zona completamente desforestada y da mucha pena ver como están quedando las laderas que llegan hasta los lagos. Para conseguir la madera adecuada hacen quemas por sectores para que se seque más rápido. También se ha construido una carretera que pasa por su entorno y llega a atravesar muchas de sus montañas. Algo que siempre habían demandado los vecinos de los kampung, que querían tener cómodo acceso, al igual que los militares para controlar mucho mejor a esta población que en varias ocasiones se han levantado en contra del gobierno central exigiendo ser una región políticamente independiente. Este adelanto técnico está haciendo perder lo natural del entorno, y hay que adentrarse mucho en los montes para observar la fauna local en su estado más natural.
Allí mismo nos enteramos que el lunes día 5 se celebraría el 57 aniversario de la llegada de los misioneros y por eso se estaba acondicionando todo el poblado, para realizar la gran reunión anual. Vendrían muchos vecinos de los diferentes kampung (poblados) que rodea el lago. Bailes tradicionales como el Lani Lanynara o "baile de la Serpiente", en la que participan todos los vecinos agarrados de brazos y realizando movimientos parecidos a los del reptil. Habría diversas actividades y se haría una gran comida para todos.
Me ha parecido que sería una buena oportunidad para poder ver una gran celebración. A Jaffet no le ha importado quedarse algunos días más. Los va a cobrar igualmente. Hablamos con el encargado de la casa y al explicarle que traíamos dinero y comida para sólo cuatro días, el quedarnos una semana nos sería imposible por lo que sin dudarlo nos dejó estar en la casa por 40.000Rp. la noche y a parte nos trajo batatas dulces y zanahorias de su huerto para que tuviéramos algo más de comida.
Estamos casi a 20° al sol y unos 18° a la sombra, pero al anochecer la temperatura llega a bajar hasta los 15°, o menos. Para Jaffet es muy baja y está constantemente estornudando.
Durante toda esta semana hemos estado principalmente paseando por el poblado ya que los primeros días de estancia ha estado lloviendo y no era plan de salir a caminar por los montes. Sin embargo, durante los siguientes días hemos hecho caminatas de prácticamente todo el día a través de los pequeños bosques que aun se encuentran rodeando diversos poblados, hemos alcanzado hasta casi los 2.800mt. y hemos terminado embarrados hasta los tobillos debido a los diferentes tipos de terrenos que hemos pateado.
Aquí la gente es tan amable que da gusto estar entre ellos. Aunque me falta mucho por aprender el Bahasa Indonesia elemental, poco a poco voy diciendo frases sueltas que me ayuda a interactuar mejor con los paisanos. Se alegran mucho que sea tan atento con ellos ya que los pocos turistas que se han acercado hasta aquí en otras ocasiones, principalmente en busca de unas profundas cuevas, diferentes especies de aves y las exclusivas mariposas de los montes de Arfak, ninguno haya entablado tanta amistad como nosotros, y esto ha ayudado mucho a ser tan bien aceptado por esta comunidad.
Cada dos días se acercan hasta estos poblados varias motos-supermercado. Una moto con cajas a los lados cargadas de lo más necesario para la cocina. Desde aceite, azúcar, sal, galletas, café, té, fideos, arroz, cuberterías, cacharros, juguetes, fósforos, velas, jabón, detergente... y así un sin fin de productos. Muchos al oírlos salen a esperarlos en busca de provisiones. Todos dependen de lo que plantan ellos mismos para su subsistencia diaria: papas, batatas, zanahorias, cebollas, lechugas, -en algunos kampung plantan arroz y bananas-, pepinos... y lo que le sobra lo llevan al mercado de Manokwari para sacar algún dinero para comprar otras cosas de primera necesidad, como queroseno para las cocinillas o paneles solares.
La mayor actividad se produce durante las mañanas, entre las 6 y las 8, cuando los niños entran a la escuela, que se encuentra justo delante de nuestra casa, o los mayores se dirigen a sus fincas particulares a trabajarla, y al atardecer cuando muchos se concentraban en la explanada frente a las iglesias para ensayar los bailes que iban a dedicar a las autoridades locales y algunos misioneros, que según decían llegarían expresamente para la ocasión. 
Aquí habrá alrededor de 60 casas y 300 habitantes, que a las 8 de la noche -oscurece a las 6:30- ya están todos en sus casas recogidos para cenar y acostarse.
En uno de los pateos hemos remontado una de las partes más altas de esta zona, a través de un sendero que llega a varios poblados, a un día de caminata. Llegamos hasta el kampung Disi, una aldea de unas 30 viviendas y poco más de 100 habitantes, que se encuentra a medio día de pateo desde Sururei.
Algo más allá se encuentran kampung Menesrij, kampung Duhnbea, kampung Sibjo y kampung Gorup. Cuando llegábamos parte de ellos salían en dirección Sururei para celebrar los actos religiosos previstos, por lo que aprovechamos y nos unimos a su grupo para regresar por otros caminos que desconocíamos. Como tienen familia en el poblado todos se quedarán en sus casas. Así sucederá con el resto de los 12 poblados de los lagos Anggi, esperándose que hasta aquí lleguen cientos y cientos de personas.
La última tarde antes del día especial, gente de otros kampungs se unirían para ensayar entre todos las danzas. Al comenzar a anochecer se retiraban a sus casas. Pero la noche del sábado fue diferente. Para nuestra sorpresa, después de cenar, y cuando nos disponíamos a ir a dormir, un extraño sonido nos llegaba desde el kampung kopo.Un montón de antorchas avanzaba en la oscuridad mientras se oían los cánticos de la gente, dirigiéndose por la carretera hacia nosotros. Casi todos los vecinos se habían desplazado a aquel poblado para realizar la marcha -como si de la Rama de Agaete se tratara- entre bailes y cánticos mientras saltaban o corrían. Fuimos a recibirlos a la entrada. Casi un centenar de antorchas y ramas de árboles eran portados por el enorme grupo de exaltados, atravesaron el pueblo y continuaron circunvalándolo para llegar al final hasta la iglesia vieja donde entraron, los que cabían, para seguir cantando y más tarde realizar un corta misa de agradecimiento. El sacerdote dirigió unas palabras refiriéndose a lo que estaba sucediendo todos estos días y un rezo despidió a los feligreses, que continuaron la marcha nuevamente para ya irse quedando cada uno en sus casas al pasar por ellas.
El domingo se dedicó a la misa semanal. A las 6 de la mañana se comenzaba a oír los primeros toques de campanas, que aquí se trata, como en muchísimos poblados de Papua, de la mitad de un casquete hueco de misil de la II° guerra mundial, de tantos que han quedado abandonados tras las feroces luchas entre americanos y japoneses. El sonido es tan estridente que llega a oírse hasta el otro lado del lago.
Los vecinos iban acercándose a la explanada de la iglesia muy poco a poco. La mayoría de ellos bien vestidos y limpios. Hasta las 9 no daría comienzo. Entonces ¿por qué esa llamada tan temprana? Me comentaron que lo hacen para que tengan tiempo de darse una ducha e ir bien aseados a escuchar la "Palabra".
En la puerta esperaban el sacerdote oficiante y algunos misioneros locales quienes se acercaron a saludarme e intentar entablar las conversaciones habituales de presentación: " "de donde vengo, cuantos familiares tengo, cuantos hijos tengo...". Todos muy amables. Soy el único extranjero en el kampung y eso es una novedad.
Las mujeres accedieron primero y se situaron a la derecha, luego los hombres a la izquierda, y quienes entraban algo más tarde se entremezclaban entre los dos lados.
La misa comenzaba con el reiterado canto de los feligreses, a dos voces, y que he estado oyendo estos días mientras ensayaban cantos y bailes para el lunes. Duró dos horas, hablado en Sougb. A la salida los religiosos esperaban alineados para dar la mano a todos los asistentes.
Cuando me preguntaban constantemente por mi religión, ya podía imaginar lo que me iba a deparar: acompañarlos el domingo, principalmente como agradecimiento a su hospitalidad, y también para caer bien, pues el decir que no se tiene fe no es normal en estos lugares. Ya me pasó algo parecido cuando visitaba, hace algunos años atrás, ciertas islas del Pacífico.
Sin embargo, tras la misa, aquí nadie hace nada diferente. Ni siquiera reunirse toda la familia. Y menos pasear juntos. Ni un almuerzo diferente o especial. Simplemente se retiran a sus casas y no hacen absolutamente nada. Algo que me extrañó bastante.
Esa tarde fue algo lluviosa, lo que impidió que los vecinos acudieran a realizar el último ensayo. Tan sólo trabajaban terminando de cortar el césped, que lo llevan haciendo desde hace varios días y pintando las barandas de madera de rodea las dos iglesias. Ambas pertenecen a la misma congregación, una es la primera que se construyó y se les ha hecho pequeña. La nueva es más moderna y más amplia.
Trajeron dos enormes cerdos atados de patas a un tronco de madera, un cajón lleno de pollos vivos, sacos de arroz, fideos, agua, sacos de batatas, bananas... para empezar a prepararlos. Al principio creía que iban a matar a los cochinos de la manera tradicional, con arco y una flecha que según la tradición ha de atravesar el corazón. Pero lástima, no ocurrió así. Allí mismo los mataron a palazos de manera bestial pues no atinaban a darles el certero golpe en la cabeza. Los pasaron por un fuego para quemarles los pelos, los abrieron y partieron en trozos para hacer un guiso. Varios vecinos serían los encargados de prepararlo para el día siguiente. Ejemplo claro de la pérdida inequívoca de las tradiciones ancestrales. Si la carne sale dura sabré a que es debido!!.
Ya al atardecer se oían a las mujeres cantando en alguna de las casas adyacentes a la nuestra. Seguían ensayando al no poder acercarse a la explanada debido a que la lluvia continuaba y había descendido algunos grados más la temperatura.
La mañana del lunes sería el gran día. La celebración del 57° aniversario de la llegada de los misioneros a esta zona tan perdida del país. Desde muy temprano se oía a través del altavoz de la torre la llamada a participar a todo el pueblo. Se iban acercando desde todos los lados los vecinos ataviados con sus vestimentas: ellos con un taparrabo de lino rojo, collares, diversos adornos, y en la cabeza una tira de rafia trenzada portando diversas plumas de aves locales o flores. Algunos hasta con un enorme pájaro disecado. Otros portaban arco y flechas o machetes. Las mujeres vestían un largo pareo de colores, diversos collares y pulseras y la tira de rafia trenzada con plumas o flores en la cabeza. Una estampa bastante llamativa.
Pero volvió a aparecer la ligera lluvia del día anterior. Esto no impidió que todos, vestidos con sus trajes típicos bailaran y cantaran esperando la llegada de la delegación política y militar de esta región. Todos esperaban impacientemente pues estaban contentos de bailar para tanta gente importante, que con un poco de suerte pueden recibir algún dinero para invertirlo en mejoras del pueblo.
Aquí hay dos iglesias pertenecientes a la misma congregación -Sociedad Bíblica-, una escuela, una oficina de comunicaciones con conexión vía satélite con internet pero que esta cerrada, una casa que sirve de sala de consulta y ambulatorio -la nuestra-, una oficina de distrito y varias casas que hacen de bazar (toko). Una enorme torreta con un altavoz es el medio de comunicación de las autoridades para informar de los acontecimientos a todo el kampung.
La llegada de los políticos fue sin duda espectacular debido a la cantidad de militares desplegados en la zona, armados con fusiles de asalto, una decena de rancheras cargadas de gente, y la comitiva que era saludada con disparos al aire. Supongo que de fogueo. Se les recibió con cantos y bailes mientras iban dirigiéndose a la iglesia para ofrecerles una misa y las charlas correspondiente. Duraría cerca de 4 horas. Mientras los vecinos de todas las aldeas pudieron disfrutar del almuerzo multitudinario. Luego se fueron a cambiar y volvieron bastante más tapaditos debido a que la temperatura continuaba descendiendo. Las nubes estaban muy bajas y se preveía una noche algo más fría que las anteriores. No había bebidas alcohólicas, evidentemente.
Una vez concluido el evento y tras abandonar la comitiva el kampung, la gente se relajó mucho más, seguían comiendo y comenzaban nuevamente a bailar. Duraría hasta las 4 de la mañana, sin parar, con una temperatura que podría rondar entre 5° y 7°, participando todos desde los más pequeños hasta los más mayores, dentro de sus posibilidades. Todos felices de poder celebrar su ceremonia anual.
Y por este motivo fue mi cambio de planes. Para quedarme a disfrutar "inesperadamente" de la vida en un poblado de montaña de Papua.
La vuelta a Manokwari fue más rápida de lo esperado. Creíamos que tendríamos que esperar hasta el medio día para conseguir vehículo de vuelta, pero a las 9 ya teníamos frente a la casa una ranchera con algunos vecinos y varios miliares que regresaban a sus bases en la montaña.
La carretera que tomamos atravesaba las montañas Arfak hasta Mokwan, un interesante entorno para disfrutar de la fauna local. Tardamos cinco horas y media, entre infinidad de curvas, en llegar a la capital donde igualmente me instalé en el hotel Wisma Jati para preparar mi siguiente destino: la Isla Biak y sus alrededores.
Unos pocos días esperando la llegada del barco me ha permitido visitar algunas playas, entre ellas la de la aldea Abasi donde ahora reside Jaffet. En colaboración con los más jóvenes ha arreglado el entorno para que los vecinos de la ciudad puedan aparcar sus coches frente a la playa para así ganarse unas rupias, al igual que los residentes que venden algo de comida o bajan los cocos de las palmeras para venderlos a los sedientos bañistas y visitantes.
Las playas, de espléndida arena coralina, son relativamente pequeñas pero las mejores posicionadas disponen de zonas de recreo con mesas de piedra, casetas de madera para protegerse del sol y gomas hinchables para introducirse en el agua con seguridad. Los fines de semanas se llenan de gente que se baña mayoritariamente vestidos. La religión los sigue persuadiendo que el cuerpo humano es lo más deshonroso que se pueda enseñar a nadie. El respeto entre todos es absoluto.
Los puestos ambulantes dan de comer y beber por precios irrisorios. Son muy pocos los que se traen la comilona de casa.