19/11/12

Bajando a las profundidades

A las 9 estábamos navegando hacia las islas Padaidos  en una canoa de pescadores (Perahu Jonhson) de 15mt., propulsado por un motor Johnson fuera-borda de 40hp, doble estabilizadores a cada lado, una pequeña cabina de madera para resguardar del sol y del agua, bastante cómoda, para realizar la primera inmersión.
Casi dos horas y media bajo un cielo muy nublado y con un poco de viento llegamos, tras pasar por mas de una decena de pequeñas islas con algunas casitas de madera que componen comunidades aisladas de pescadores, a la isla inhabitada Pakreki que tiene unos altos cortes en uno de sus lados con una profundidad de algo más de 40mt.. Nosotros decidimos bajar hasta los 32mt. para observar la infinidad de vida minúscula que se mueve entre sus hermosos corales vivos. Aquí la corriente es moderada, lo que proporciona nutrientes para los miles de peces y corales del área y la variedad de vida marina puede ser sorprendente si se mira fijamente. En algunas zonas se puede disfrutar de enormes bancos de peces de infinidad de colores. 
La otra inmersión la hicimos en Rasi, otra isla inhabitada donde se encuentra un pequeño barco japonés hundido durante la guerra por los aliados donde destacan los corales que han crecido en su casco y  la enorme cantidad de peces que viven a su alrededor, principalmente los peligrosos Pez Piedra y Pez Escorpión, el Pez Payaso, varias escuelas de minúsculos peces, bandadas de Barracudas....
Una vez consumidas todas las botellas de aire nos dirigimos hacia Yapen, "la Isla de los Jardines de Corales" y las Aves del Paraíso, en casi tres horas de navegación, incluida varias paradas para recoger los peces delfines capturados en cada lance que hacíamos con un sedal de diez anzuelos. En cuatro lances, y lo tuvimos que dejar ahí por que apenas avanzábamos, se recogieron 18 piezas de buen tamaño. Ya teníamos que cenar esa misma noche.
Nuestro destino sería el kampung Aisau, en el extremo E. de la isla. Allí hicimos noche e intentamos localizar a algún vecino que nos quisiera mostrar el lugar que ellos conocen donde habitan las aves y nos lo pudieran mostrar. La llegada a la playa fue casi como de película: en la desembocadura de un pequeño río al que hay que alcanzar pasando entre algunas pequeñas rompientes -el mar estaba en calma- y llegar a la orilla donde se encuentran varadas otras canoas de pescadores entre cocoteros y una inmensa masa arbórea que lo cubre todo hasta la misma orilla. Detrás del frondoso verde aparece la estampa de pequeñas casas de madera y techo ondulado de metal elevadas sobre estacas de madera de más de un metro de altura que asegura que ante una subida grande de marea, el agua nunca llegue a inundar las viviendas. Una vez descendido de la embarcación fuimos a hablar con el Kepala Desa del poblado para que nos permitiera dormir en alguna choza, si la hubiera disponible. De suerte que a una de las casas le estaban arreglado el suelo con cemento y tenía una habitación vacía para podernos quedar todos en ella. Rápidamente los vecinos sacaron una larga esterilla, varias mantas, almohadas, algunos vasos de cristal para beber y encendieron un motor electrógeno para que hubiera luz en la habitación. En una cocina comunal, bajo un techo de bambú, tenían un gran caldero donde calentaban agua para realizar las comidas del día.
Mientras preparaban agua caliente para nuestra cena intentamos localizar a alguien del poblado que conociera algo sobre ornitología, pero no lo conseguimos. Así que fuimos al interior de la jungla en busca de vida entre la masa arbórea que compone esta parte de la isla, donde creíamos que se podrían congregar ciertas aves al atardecer. Uno de los miembros de la embarcación recordaba el lugar en el que la última vez que visitó el poblado (casi 10 años atrás) había accedido con otros turistas y un guía local. Tras atravesar unos senderos poco marcados llegamos hasta la base de unos árboles donde podíamos apreciar el canto de diferentes tipos de aves: algunas cacatúas, palomas coronadas... pero no del Cenderawish o Aves del Paraíso, que tras observar minuciosamente no pudimos localizar. Se acababa la luz del día y poco más pudimos ver, además oír la cantidad de cantos que procedían del interior, que de momento no ha sido tocada por la mano del hombre. Todo lo contrario sucede con la zona adyacente a las aldeas cerca de la costa.
De vuelta al pueblo nos aseguraron que el guía se presentaría antes del amanecer para llevarme al lugar donde suelen concentrarse para realizar sus espectaculares despliegues de movimientos para llamar la atención de las hembras a primera hora de la mañana.
Pero amaneció y nadie se presentó en la casa. Nadie dijo nada. Nadie reconoció la mentira. Es muy normal que la gente prometa cosas que luego ni las cumplen ni son verdad. Y siguen siendo muy impuntuales con los horarios establecidos. Hay que preguntar infinidad de veces para tener una respuesta casi segura de lo que se necesita saber. Y casi siempre con tres o cuatros respuestas diferentes a la vez!!. Cuál será la verdadera?. Hay que comprobarlo en el momento que suceda. Y a veces ninguna de las respuesta es la cierta. Ya me ha pasado en muchos otros países que he visitado, principalmente de África. La gente es, por lo general, reacia a no dar ninguna respuesta ante mis preguntas. Suelen responder lo que sea!!, sin valorar el resultado que puede acarrear esas acciones.
La cuestión es que me quedé sin ver algo que le había dado mucha importancia en este viaje: observar Aves del Paraíso en plena acción. Y es esta isla una de las más interesantes en concentración de aves. Tendré que intentarlo nuevamente en otro lugar. La isla Yapen, es conocida precisamente por quedar ejemplares que no han sido aniquilados por los comerciantes ni por los locales, que antaño las cazaban para coger sus hermosas plumas como adornos para sus vestimentas. Europa fue siempre el principal destino de estas plumas.
A medio día continuamos con la embarcación hasta Sawewa -o algo así- para esperar por un Taksi que me llevase hasta Serui, la capital. Un grupo de vecinos esperaban igualmente que pasara el vehículo para subirse. Algunos venían de las aldeas cercanas que no tienen carretera, por lo que también llegaron en barcas. Un joven que había traído a alguien para que continuara de vuelta a su poblado se ofreció llevarme por 600.000Rp., una exagerada cantidad a la que ni hice caso. Como sabía que yo tenía tiempo de sobra para esperar por transporte público, que es económico, me volvió a preguntar pero esa vez diciendo que venía la lluvia, cierto era, y si estaba dispuesto a pagar 100.000Rp. por llevarme. Viendo la lluvia acercarse amenazante preferí pagar esa cantidad -más del doble que el trayecto compartido-, por no mojarme entre toda esa gente que estaríamos algo más de tres horas metidos dentro de la caja trasera de la furgoneta-taxi subiendo y bajando montes. Si embargo mi viaje se tradujo tan sólo en una hora de recorrido en cómodo coche con climatización a través de los más hermosos y tupidos bosques tropicales cargados de asombrosa y deslumbrante flora que jamás haya visto antes.
Yapen es una isla alargada y estrecha, con un interior muy montañoso, con mantos de vegetación de múltiples matices  que se funde con las casi turquesas aguas de su costa. Ofrece transparentes aguas con excelentes calas y playas coralinas excelentes para el submarinismo o nadar con gafas y tubo. Curiosos poblados de casitas sobre estacas de maderas se encuentran en muchas pequeñas bahías prácticamente alrededor de la isla.
Tras preguntar en algunos hoteles y rechazarlos por los altos precios el joven me llevó a un hotel que sabía que era bastante asequible y que se encontraba ubicado entre calles trasversales ligeramente apartado del centro. Y acertó con mis gustos.
Me quedo en Serui, la capital, en el hotel Merdeka (100.000Rp/baño compartido), bajo una colina con una densa vegetación que llega hasta el mar, entre el muelle-mercado-Terminal de Taksis y la policía-compañía naviera Pelni-aeropuerto. Es decir, en el centro de la movida diaria.