En la mañana del 31
sucedería una gran sorpresa para mí pues un grupo de jóvenes comenzaba
arreglarse para ir hacia Yogosem a bailar en el Festival de Fin de
Año que se celebraría en la explanada principal, frente al Kantor. El día anterior habíamos pasado por ese pueblo y nadie nos dijo que se realizaría.
Estaban arreglando las
plumas de las aves que se irían a colocar sobre la cabeza. Una diadema de
plumas (Suesi), unos cuernos de jabalí como colgante (Buamach),
baberos de Salken o pequeñas caracolas (Walimo), plumas sueltas para
adornar la cabeza, se pintarían la cara con dibujos geométricos o el pecho y la
cara con tinte negro. Arcos, flechas, machetes, lanzas... toda una parafernalia
guerrera dispuesta a ser lucida en el festival de Yogosem.
Ensayaron unas danzas y
dispuestos a partir hacia el kampung, hicieron un coro en la puerta de
la iglesia, se arrodillaron y el pastor los bendijo con unas palabras. Una vez
concluido, hombres y mujeres del poblado vistiendo algunos artículos
tradicionales marcharon cantando hacia la cima del monte donde se despidieron
de los pocos que quedaban. Mayoritariamente niños y ancianos. Los
seguimos.
Una vez llegado decidimos instalarnos en Yogosen
para disfrutar del acontecimiento. El Kepala Desa (jefe del kampung)
nos ofreció una habitación de su casa todo el tiempo que quisiéramos. Y allí
nos instalamos.
La celebración duraría
hasta la mañana siguiente entre cantos, bailes (Wuni) que agradecen la
entrada de un nuevo año en sus vidas. Encuentro de gente que han vuelto por
estas fechas para estar con sus familias después de mucho tiempo de ausencia.
Mientras un coro de
mujeres cantaban en el centro los demás seguían la tonada corriendo a su alrededor. Unos portando arcos y flechas, otros machetes,
lanzas, escopetas, otros haciendo gesto de portar algo (?), y hasta uno con una
guitarra. Todo vale para seguir el frenético ritmo. Algunas mujeres de la comunidad Yali
iban desnudas de medio cuerpo, otras tapadas con una especie de almohadón
de rafia tanto por delante como por detrás. Casi todas pintadas completamente. Otras sólo la cara. En la cabeza diademas de plumas de diferente colores. Es lo que queda ya de lo tradicional ya que el resto iban con la ropa de diario: camiseta y bermudas o falda larga. Los hombres igualmente pintados y con
cabezales de plumas de colores, pantalones largos o cortos, torso desnudo y
tiznado de negro. No pararon de correr hasta que la lluvia los mandó protegerse.
Al atardecer continuaban
corriendo y cantando. La noche fue algo parecido, aunque con menos
participantes. Por el altavoz de la iglesia el Kepala Desa agradecía a
todos la participación anunciando que recibirían el año nuevo dentro de la
iglesia con cantos de guitarra y comida. Como
así sucedió. A las 23:30 comenzaban a
llegar y a las 12 la cuenta atrás... 4, 3, 2, 1... Selamat Tahun Baru!!! y todos continuaron cantando hasta que aparecieron los calderos de comida.
Aproveché para retirarme a dormir, pues estaba agotado aunque yo no participara
en tantos bailes.
Al siguiente día la ruta continuó de vuelta
a Wamena por la parte baja del
río Mugi. Arriba quedaba Yuarima y entre un inmenso bosque de
plantas imposible de pasar comenzamos a seguir el curso del río a golpes de bastón que llevaba el
guía. Aunque duraría una hora, avanzábamos incómodamente agachados. Hicimos una parada para descansar y aprovechamos para
bañarnos en sus frías aguas poco antes de acabar la ruta hacia el Kampung Syokosimo. Estábamos
exhaustos de tanto batallar con las ramas atravesadas.
Antes de llegar al poblado cruzamos un puente de lianas entrecruzadas muy bonito y bien
elaborado. Allí nos contaron que ellos celebraron el 31 en la aldea de en frente,
junto a su iglesia y que fue muy participativa por los vecinos del lugar.
Aprovechamos para hacer dos noches, lavar la ropa y descansar. Este es igualmente otro kampung
con iglesia cristiana, y situada en un hermoso entorno junto al río.
Al lado, en una
desvencijado honai, encajado detrás de su cercado dos ancianas sacaban de sus noken
batatas y espinacas. A una de ellas le faltaban cuatro dedos de su mano izquierda.
Se los había cortado debido al fallecimiento de varios familiares directos. A la otra le faltaba un trozo de oreja porque había seguido el mismo proceso que la anterior.
Esta es una manera de expresar luto que, aunque los misioneros han luchado por
erradicarlo, aún continúa practicándose entre los mayores.
Continuamos caminando esta
vez subiendo y bajando varios empinadísimos montes, atravesando bosques tropicales,
enormes Pandanus, hasta llegar a Wuserem, lloviendo, donde hicimos
una noche en el honai de uno de los vecinos. Debajo teníamos una enorme escuela y al otro lado un conjunto de casitas dispersas que componían parte del poblado.
Hacía frío, pues estábamos
encaramados en otra de las empinadas laderas de esta zona, con inmejorables
vistas hacia el valle del
río, riscos y plantaciones de Ubis que se encontraban en la ladera del monte de enfrente.
Continuar hacia Wamerek
fue quizás lo más extenuante de todo este tiempo caminando, pero a la vez
más fascinante y hermoso mientras una ligera lluvia comenzaba a calarnos el cuerpo: pequeñas aldeas rodeadas de huertos, terrenos muy
accidentado, bajadas muy radicales hacia el río Baliem ladeando el enorme risco... hasta cruzarlo
por un largo e inestable puente. Las vistas sobre la salvaje corriente del río parecía sin duda de película. Si alguien cayera al agua no podría encontrarse en muchos kilómetros. Si es que aparece el cuerpo!.
Una nueva subida a la derecha del puente va hacia Wamerek
es igualmente empinada y caótica con un suelo resbaladizo entre las plantaciones de Ubis (batatas) hasta que finalmente, y tras rebasar varios pequeños asentamientos con
sus respectivos cultivos de hortalizas y tubérculos, pudimos hacer noche tras 7 horas de
fatigosa marcha. Las vistas siguen siendo espectaculares en esta parte, el ambiente frío y
húmedo. Aquí nos esperaba un buen caldero de arroz con verduras incluido en el
precio de la habitación (100.000 Rp.) donde me quedé. Incluía también la leña
para el fuego.
Continuamos al día
siguiente bajo una espesa bruma matutina hacia Tagma que se encuentra a 1h. de hermosísimo
trayecto, alcanzando su enorme explanada donde aterrizan las pequeñas avionetas
de los misioneros. Su iglesia, su colegio que parece albergar a todos los niños de
los pueblos colindantes, su pequeño mercado, y su enorme amplitud no da ganas de
quedarse mucho tiempo. Continuamos pues hasta Kilise, tras bajar muchos
metros de altura y rebasar el pintoresco Kampung Ibiroma.
En Kilise se filmó
parte de la grabación de Callejeros Viajeros -Tribus de Papua-. Es
bastante turístico, bien arregladito y coqueto, y muy alejado de la realidad más tradicional de poblado. Como
en seguida nos cubrió la niebla hasta hacernos desaparecer apenas pude disfrutar
de su entorno. Aprovechamos para estirarnos en sus acicalados honais y
esperar que viniera el siguiente día porque no podíamos hacer más.
El trayecto final nos
llevaba nuevamente hacia Kurima, lugar de salida y ahora de llegada. Al fondo Seima y
su "resplandeciente" enorme iglesia y al lado aquella primera subida
hacia las montañas hace dos semanas. Que pronto pasaron los días. No me hubiera
importado hacer otra semana más. Dos horas más de pateo bordeando la montaña y
volvimos a alcanzar el lugar "lunático" donde nos dejó el Taksi para
dar comienzo a esta fabulosa excursión.
Como no había medio de transporte seguimos caminando
por la carretera hasta Sogokmo, donde esperaban cuatro vehículos a
llenarse para partir rumbo a Wamena. Sólo me dio tiempo de cambiarme la
camisa, porque en seguida estaba embutido entre el sillón con tres nativos
más. El regreso fue aún más rápido y en treinta minutos alcanzábamos el vetusto
puente del mercado Misi, punto final del trekking.
Haciendo un balance de lo
visto, lo reduciría en pocas palabras a:
"hermosas
montañas, contagiosas sonrisas Yalis, la mano, estrechísimos caminos, contornos
de montañas sobre otras montañas, olor a naturaleza, caídas de agua, caídas al suelo,
verde, mucho verde, anchos caminos de sencillo paso, caca de cerdos, cerdos y sus cerditos, barro, humedad, resbalones, desfiladero sobre el caudaloso río,
ingeniosos puentes colgantes, cercados, dolor de rodillas, sol amenazador, humo
saliendo de los techos de rafia, humo dentro del honai, bichitos sobre mi
espalda mientras dormía, Kotekas (también llamado horim), Wa Wa Wa Wa!!!, una
aventura para no olvidar".
Eramos tres y fue suficiente
para realizarlo sin necesidad de más ayuda.